Una historia apasionante…
Reinando en España el Rey Carlos I (quien al propio tiempo sería nombrado V Emperador de Alemania), el Mare Nostrum estaba dominado por un apadrinado de Soleimán II el Magnífico, el Sultán del Imperio Otomano: un corsario nombrado Hayreddín Barbarroja. Éste había conquistado Argel, Túnez, Bona y otros enclaves en la costa norte de África y, además, era protector y tenía a sus órdenes no pocos piratas y corsarios huidos de la justicia española, quienes atacaban además barcos y otros puertos de la costa mediterránea.
Cuando Carlos fue nombrado también V Emperador de Alemania, fueron no pocos los agredidos por el pirata quienes confiarían en su amparo, proponiéndole acabar con Barbarroja. Y así sería que, llegado el 5 de junio de 1535, se embarcaba en la galera nombrada Bastarda y en su viaje al norte de África hacía escala en Mahón acompañado, entre otros, de Andrea Doria, quien era almirante en aquella expedición; el infante don Luis, hermano de la Reina, don Álvaro de Bazán, el Príncipe de Melfi y el general Antonio de Saldaña.
A la mañana siguiente se hacía a la mar con rumbo al África, donde se mantendría una dura batalla de la que saldría victorioso y entrando en Túnez el 21 de julio. Pero sucedió que, cuando la flota española llegó, Barbarroja ya había abandonado la ciudad, por lo que los españoles dejaron allí una guarnición que luego había de capitanear Alvar Gómez, el Zagal. Barbarroja, debido a la rabia e indignación que sentía por cuanto su ciudad predilecta en Argelia, había sido asaltada por las tropas de la Corona española, decidía poco después atacar Mahón. Las cartas de Mondéjar comunicando su instalación en Bonne eran del 29 de agosto de 1535, por lo que la simultaneidad entre su toma por los imperiales y el ataque a Mahón de Barbarroja fue casi total. Porque tal era el odio que sentía el bereber por los cristianos que su deseo insaciable de venganza había provocado que se hiciera a la mar con su flota para dirigirse hasta este puerto en cuyo transcurso, según indica el notable historiador mahonés Hernández Sanz, se encontró con la nave vizcaína de Martín de Rentería, que no lograría rendir, continuando viaje hacia Menorca. El 4 de septiembre, cuando fue avistada su flotilla de naves por los locales, se creyó era una parte de la armada imperial española volviendo de Túnez, al haber hecho previamente la escala en este puerto a la ida, algo que aún se recordaba con viveza por haber sido algo excepcional. Pero resultaron ser los turcos, con el temido Hayreddín Barbarroja al frente, su hijo Hasán y Sinán de Esmirna, apodado el Judío, con 24 galeras y seis fustas quienes llegaban. En la bocana se habían hecho pasar por cristianos y al grito de ¡España, España!, entraron en el puerto para comenzar rápidamente sus terribles acciones agresivas contra la ciudad, a pesar de que, una vez descubierto el engaño, se habían cerrado todas las puertas, acudiendo sus moradores a ocupar los baluartes. Era aquel el domingo 5 de septiembre, un triste día en que comenzaría una cruel batalla que tendría como efecto final el saqueo de la ciudad, torturando a sus habitantes y devastando a la población en que haría esclavos a centenares de habitantes, e incluso sacrificando a dos religiosos franciscanos, Bartolomé Genestar y Francisco Coll.
Aquellos trágicos hechos motivaron el deseo del Monarca español de resolver la indefensión en que se encontraba la Isla de una vez por todas, preparando su principal puerto contra nuevos ataques e invasiones. Carlos I, el Monarca en cuestión, se encontraba ocupado en asuntos de índole exterior (recordar aquel epitafio: en sus dominios nunca se ponía el sol). Sería su hijo Felipe, Príncipe de Asturias y futuro Felipe II, que era quien realmente gobernaba el Reino que, encontrándose en Ponferrada (León) en junio de 1554, dirigió un escrito al entonces Procurador Real de Mallorca, Francisco Burgués, notificándole haber decidido la edificación de un castillo en la boca del canal de entrada del puerto de Mahón para su defensa, que lo sería al propio tiempo de la Isla.
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