Cocina de ribera

 

(La típica cocina costera de fin de semana)

 

El contenido de este capítulo se refiere enteramente al mundo culinario, tanto a nivel de algún profesional que ofrece platos prácticamente artesanales como de particulares y pescadores, quienes me aportaron sus conocimientos en la rica y variada gastronomía casera y ribereña menorquina para pasadas publicaciones mías hoy agotadas. Y es que desde los años de nuestros ancestros era costumbre ir a pasar los fines de semana a las casetas toscamente construidas junto al mar, en la misma ribera o a pie de playa. Las mujeres de más edad de las familias eran las encargadas de llevar a la realidad tales viandas que si bien para ellas suponían algo de lo más normal al ser fáciles de preparar, para muchos de nosotros en nuestros días, puede convertirse en algunos casos en un auténtico descubrimiento. También dialogamos con pescadores, quienes a bordo de sus barcas tenían que preparar a diario su ágape porque no había tiempo para volver a casa para hacerlo y cada uno tenía su mundo, su método, su estilo personal…

No todos los platos que se presentan tienen como base el pescado o el marisco. En Menorca era, o es, una costumbre muy arraigada la elaboración de riquísimos «perols» (fuentes) de patatas, tomates y cebolla junto a carnes que suponían en un solo plato todo un ágape que satisfacía plenamente el gusto de todos los miembros de la familia o del grupo de amigos que iba a pasar el fin de semana a la costa. También existe una repostería menorquina muy arraigada y de excelente calidad. Otro aspecto lo supone la elaboración del pan casero; el pan de sabor tradicional, de sabor a «pan», ideal para acompañar a la mayoría de las recetas presentadas. En este capítulo incluímos algunas recetas procedentes de Es Grau, Maó, Sant Lluís y Ciutadella. Recetas de particulares, de amigos, de miembros de grupos que aún mantienen la costumbre de reunirse en invierno a manteles elaborando ellos mismos el menú… «¿Sabes qué es el Papillón de rape? pues se coge un buen pedazo de papel de estaño del que empleamos a la cocina y se pone sobre la mesa; encima se coloca un lomo de rape o de merluza y encima de este dos o tres gambas (mejor si son de la especie conocida como ‘carabineros’, porque tienen el sabor mucho más fuerte) sin pelar y lo envuelves todo, lo pones dentro de una fuente de hornear y se mete dentro del horno (sin aceite, ni sal, ni nada…). Tiene que cocer un cuarto de hora o veinte minutos a 150 o 180 grados y ya se podrá servir a la mesa. ¡Chapeau! Esto se denomina Papillon de rape (o de merluza, depende del tipo de pescado empleado).”

 

PESCADO DE DIFERENTES ESPECIES SUELE SER LO HABITUAL PARTA OBTENER UNA BUENA CALDERA

 

Hecha esta introducción con la receta que nos dio Mente Olives, un buen amigo desde hace muchos de años, digamos que, en Es Grau, que es una pequeña colonia de veraneantes, todo el mundo se conoce. Un hecho es, sin embargo, muy claro e irreversible: con el paso del tiempo, el aumento de gente y lo que se conoce como “progreso”, ha llevado como consecuencia la pérdida de la familiaridad y confianza existente tiempos atrás. Esto ocurre en todos los sitios. Se organiza, sí, alguna comida colectiva de hermandad (por ejemplo en las fiestas de Sant Jaume) y no mucho más. El mundo es así y ya lo digo, por todas partes pasa igual. Han pasado a la historia los tiempos de dejar las llaves puestas en la cerradura o dejar las puertas abiertas, aunque sí que todavía se pueden ver vecinos sentados en una silla sobre la acera, a las puertas de su caseta, tomando el fresco. Todo, todo, ciertamente no se ha perdido, pero llevamos el camino. Y dentro de este mundo de confianza y hermandad, todavía se reúnen un grupo de amigos para hacer comidas durante los fines de semana durante los inviernos. Son buenos, muy buenos amigos desde pequeños y todavía mantienen este lazos cordiales entre ellos. Y lo que tiene más valor: esta costumbre empezó hará ya unos veintisiete años. Pero se reúnen únicamente los hombres: “Nos encontramos cada sábado y las mujeres están muy contentas porque de este modo no les toca fregar los platos. Nosotros a solas nos apañamos en todo. Y lo tenemos muy bien montado, porque dentro del grupo hay un panadero, un pescador, y, sobre todo, unos buenos cocineros”. Dentro de este grupo se encuentran Jaume Ferrer “Senyalet” (el panadero del grupo); Mente Olives (el amigo antes mencionado), Damià PonsRafel CortésToni Cardona (estos tres últimos, los cocineros); Tolo Alemany y Pedro Carrasco (los pescadores),  Toni Massanet y Nito Morro (que se clasifican ellos mismos como ‘comensales’) y unos cuántos más. Existía también otro grupo conocido como las Guapas que lo inició Emilio, un vasco que empezó a montar mesa encima el mismo muelle. Solían hacer meriendas de langosta, de caldera de pescado, de ‘espardenyes‘… Increíble. Hemos dicho bien: meriendas. El grupo de “Senyalet”, Cardona y compañía es más discreto: uno lleva el pan, otro el necesario para hacer ensaladas, otro prepara ‘freixorat‘, porque se le da bastante bien, o lleva pescado. Eso sí: no ponen ningún céntimo, tan sólo los ingredientes, el trabajo y sobre todo el entusiasmo.

 

COCINA ARTESANA

 

DE UN BUEN PESCADO SE OBTIENEN GRANDES RESULTADOS

Joana Alemany y su nuera Ita Falcón son también cocineras expertas. De hecho, la primera trabajó una temporada en Can Marcial de la Barra, en Maó, y la más joven realizó unos cursos, además de haber tenido también muy buenas profesoras en este tema. Estas dos mujeres facilitan diversas recetas junto a otro par que se podrían calificar como de cocina de sibaritas y, éso, que se trata de algo muy sencillo y cocinado a partir de unos ingredientes de lo más corriente que pueden encontrarse en el mercado: tomates, cebollas, patatas, aceite, leche, pan rallado, sal, azúcar y todo ello para acompañar a uno de los personajes marinos más curiosos que podemos encontrarnos en la pescadería: el pulpo. Quizás convenga precisar varias cosas: como siempre podrá observarse que el elemento utilizado para cocinar el plato es la cazuela de barro, el elemento antiguo valorado por sus altas prestaciones a la hora de cocinar: mantenimiento de temperaturas constantes, cocinado lento y uniforme, mantenimiento de sabores, etc. algo muy apreciado por los más antiguos. Otro aspecto muy importante se refiere a las cantidades a la hora de añadir los sazonadores (sal y azúcar), así como las necesidades exactas de agua y leche, que se adquirirán con la práctica, como sucede en todo plato. Además existe otro aspecto que también se adquiere con la práctica y es el encontrar el punto exacto de cocción; ése en que el pulpo ofrece su aspecto meloso, agradable al paladar y que no aparenta una sensación de chicle, tan característica si no ha alcanzado el punto óptimo de cocción. También presentamos otro plato que nos fue servido de primero y que es otro manjar por estas fechas ya que es una variedad que puede capturarse a partir del 1º de septiembre al levantarse su período de veda en que no pueden pescarse: «Raors» fritos. Otras recetas han sido facilitadas por Lina Florit y Joana Quintana. A todos ellos se agradece su desinteresada colaboración. Existe una parte dedicada a los dulces, salados y repostería  casera menorquina que se incluye en el capítulo dedicado a «Repostería».

 

Creo que esta recopilación puede resultar interesante, se ajusta y completa perfectamente la filosofía del contenido de esta Web y para iniciarla lo haremos de la mano de Richard, el actual titular del más que popular restaurante Can Bernat des Grau, quien por causas ajenas trasladó en su día su negocio a la carretera de Fornells, a la finca en donde anteriormente se ubicara otro restaurante, «San José». Can Bernat des Grau no tiene ya el mar a su vera, pero tiene la magia de otra vertiente de la naturaleza: el campo, el sotobosque y la paz, una maravillosa paz. También lo haremos de la mano de ItaJoanaJúliaLina, etc. bajo el epígrafe de «Artesana«.

 

BERENJENAS RELLENAS (ITA FALCÓN)

Parece que su origen es mallorquín. Se toman unas cuantas berenjenas y se pelan. Se parten en dos mitades, se colocan sobre el mármol de la cocina y se les practica un corte a lo largo y no muy profundo. De este modo se favorecerá la pérdida de agua y absorberá el sabor de la sal y se dejarán más o menos una hora o incluso, un poco más. Por otro lado se hace un sofrito con pimiento verde, uno o dos ajos, un poco de tomate y poca cebolla, porque tiene que dominar el sabor del primero, y se le añaden también un puñado de camarones pelados, que reforzarán el sabor final. Se tiene que retirar del fuego cuando no esté ni demasiado cocido ni demasiado crudo. Por su parte, las berenjenas se pasarán por la sartén sin cocer mucho —y sin enharinar—. Después se pondrán dentro de un recipiente, mejor con un papel que facilite la pérdida del aceite sobrante. Seguidamente se colocan dentro de una fuente de hornear muy apretadas y el sofrito se esparce por encima, tocándolo un poco con un tenedor para que la salsa penetre. El siguiente paso será taparlo con la clásica capa de pan rallado, ajo, perejil, un poco de aceite mediante la aceitera y meterlo en el horno por espacio de unos diez minutos a un cuarto de hora. La berenjena está vacía, “viuda”, como se suele decir en los anales cocineros menorquines, pero nos dará la sensación de que realmente se encuentra rellena.

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BOGAVANTE, ARROZ CALDOSO DE… (JULIA PASCUAL)

Este plato es un tanto laborioso pero creemos que no tiene por qué resultar difícil de preparar. Eso sí: de salir bien, estén más que seguros que el resultado final será de auténtica gloria. Pero vayamos por partes: Los ingredientes para el «fumet» (caldo): las cabezas de los bogavantes; 1 cebolla; 1 pimiento verde; 1 pimiento rojo; Aceite; Sal. Para la caldera: 2 bogavantes; 1 cebolla; 1 pimiento verde; 1 pimiento rojo; 3 ajos; 3 tomates; Perejil; Pimentón dulce; Aceite; Sal. Para la «picada»: Avellanas; 1 ajo; Sal; perejil. En una cazuela sofreímos los bogavantes, troceados y con aceite abundante. A continuación los sacaremos y los reservaremos. Hacemos un sofrito con el aceite que acabamos de emplear con la cebolla, los pimientos, los ajos y el perejil a fuego muy lento. A continuación añadiremos los tomates rallados, también a fuego lento y, una vez listo, lo pasaremos por la trituradora a fin de no encontrarnos posteriormente trozos de sus ingredientes. Mientras hacíamos el sofrito habremos preparado aparte un «fumet» (caldo) con las cabezas de los bogavantes, una cebolla y un pimiento. A continuación le añadiremos el «fumet» muy caliente –es decir hirviendo-, un poco de pimentón dulce y lo dejamos que haga «xup xup» unos diez minutos y después le añadiremos los bogavantes cortados en trozos que habíamos reservado previamente. Apagamos el fuego y lo dejamos reponer. Con el caldo sin los trozos cocemos el arroz y justo a la hora de servirlo a la mesa le añadimos una «picado» de avellanas, ajo y perejil que habremos machacado en el mortero. Finalmente, servimos cada plato de arroz a la mesa adornado con los correspondientes trozos de bogavante encima.

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CALAMARES A LA ROMANA (JOANA ALEMANY)

Es una de las maneras más populares de comer los calamares, que se cortan en anillas. Aquí el secreto se encuentra en la pasta. Las anillas se tienen que secar y seguidamente enharinar, sacudiendo la harina sobrante. Se tendrá preparada una pasta mediante agua de seltz, harina, sal, y el que desee que adquieran una fuerte tonalidad de color amarillo, añadirá un poco de colorante del que se emplea para las paellas. Esta pasta estará muy batida, para que no aparezcan los siempre desagradables grumos. Las anillas enharinadas se pasan por esta pasta y se fríen dentro de una sartén con aceite muy caliente y se ponen dentro de una fuente, mejor con papel absorbente porque absorba el aceite sobrante y no resulten grasientos.

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CALAMARES RELLENOS A LA MENORQUINA (LINA FLORIT)

Hemos podido comprobar que los Calamares rellenos (Imagen de «Tiberis»), una de las recetas antiguas populares de la cocina menorquina que fueran proporcionadas por Joana Alemany e Ita Falcón (de Es Grau) y por Delio Preto (de Es Castell), es de las más visitadas en este blog. Ello nos ha motivado a introducir otra variación de la misma que, sin separarse de las líneas maestras de la original, es capaz de ofrecer al comensal un delicioso plato que se constituye de por sí en auténtico «boccatto di cardinale» para quienes gustan de los productos del mar. Desde luego no cambian los conceptos básicos: calamares frescos y de Menorca -por supuesto- y el resto de los ingredientes, aunque la cocción no tiene lugar al horno, sino a la cazuela, al fuego. Vamos con ello: Ingredientes (para 8 personas): Los cuerpos vacíos de 8 calamares de tamaño mediano. Para el relleno: Las aletas, tentáculos y brazos; 3 huevos (2 cocidos y 1 natural); 2 ajos; Perejil; Pan rallado. Para la salsa: Aceite; 250 cc. de nata líquida para cocinar; Un vaso de leche; Almendras picadas; Ajo y perejil picados; 1 copa o vasito de brandy. Preparación: Se limpian los calamares y se tiran las tripas, esqueleto, ojos y boca, bolsa de tinta, etc, reservándose las aletas, tentáculos y brazos. Seguidamente se cortan éstos el trocitos pequeños y se hará una pasta para el relleno junto con el pan rallado, perejil y ajos también cortados en trozos pequeños, a los que se añadirán los huevos duros. Añadiremos el huevo crudo para ligar todos los ingredientes y salaremos al gusto. El objetivo final es conseguir un relleno que no quede muy fino ya que, una vez cocinado, cuando sea cortado en rodajas, tiene que verse perfectamente la textura del mismo. Seguidamente se irán tomando los cuerpos de los calamares y, tras practicarles un pequeño orificio en la parte contraria a la de la abertura (con el fin de que no revienten durante la cocción), se irán rellenando con la pasta sin exagerar, puesto que con la cocción se contraerán y si estuvieran demasiado llenos terminarían por romperse esparciéndose el relleno con lo que perderían todo su encanto. Tiene que dar la impresión de que falta pasta, cerrándose el extremo abierto mediante un palillo de madera. Con la cocción el calamar se contraerá y quedará perfectamente modelado. Este problema se agrava si los calamares han permanecido previamente congelados, ya que se habrán reblandecido sus fibras, y consecuentemente habrá debilitado la bolsa. De ahí la suma importancia de que sean frescos y que incluso, los más veteranos, recomienden los guardemos en el refrigerador (no congelador) incluso un par de días, lo que los mantendrá más elásticos a la hora de la verdad. Pongamos una cazuela suficientemente grande al fuego con aceite. El fuego cubrirá al máximo el fondo de la cazuela, pero a nivel bajo (3 de temperatura), ya que la rapidez jugaría en contra nuestra. Sofreímos los calamares y les damos vuelta y vuelta. Seguidamente echaremos un vaso de leche, la crema de leche, la copa o vasito de brandy y, tras llevar a cabo una picada de ajo, perejil y almendras tostadas con piel, también se añadirá a la cazuela que se tapará a fin de que el vapor creado revierta sobre lo que estamos cocinando y, siempre, manteniendo la temperatura baja a fin de que cueza con el clásico xup-xup entre 45 minutos y una hora. Deberemos vigilar la cocción, removiendo, girando  y evitando que los calamares puedan pegarse al fondo de la cazuela. (Imagen tiberisacasa.blogspot.com)

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CALAMARES RELLENOS AL HORNO (ITA FALCÓN)

También según Ita, los calamares tienen que tener uno o dos días. Tomaremos una loncha de jamón salado, un poquito de sobrasada, ajo y perejil, las patas, tentáculos y aletas de los calamares, se machacará todo y se le añadirá un huevo y una bolsita de camarones pequeños de las que se venden congeladas en el súper. Todo se pasa por la picadora o por una trituradora o maquinita de picar. Con esta pasta se rellenan los calamares. Se prepara una fuente de hornear con un poco de aceite, una capa de patatas, el calamar, tomates partidos por la mitad con la parte abierta hacia arriba (entre las patatas y los calamares, si se quiere, si puede añadir una capa de cebolla) y un poquito de leche. Encima de los tomates se pone pan rallado, ajo y perejil cortado muy pequeño que será regado con un chorrito de aceite mediante la aceitera y, al horno.

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CALAMARES RELLENOS AL HORNO (JOANA ALEMANY)

Según Joana los calamares tienen que tener por lo menos uno o dos días, para que ofrezcan una textura más suave. Tras limpiarlos y vaciarlos, se prepara una mezcla de sobrasada, chuleta, las patas y tentáculos, las aletas, un huevo hervido, ajo, pan rallado y perejil, todo pasado por la trituradora, y un huevo crudo, que se mezclará con el resto para ligar la pasta con la cual se llenarán los calamares. En estos, y con la ayuda de un cuchillo, se practicará un pequeño orificio en el otro extremo para que pueda salir el aire y después se cose con hilo y aguja para asegurar que no salga nada del contenido. Entonces se cocina con aceite en una cazuela de barro dentro del horno, retirando el aceite un poco antes de que esté perfectamente cocido, y se le echará un poquito de leche, que acabará de hacer más suave el calamar cuando llegue a su punto óptimo. No se tiene que dejar, sino que se tiene que ir girando de vez en cuando a fin de que cueza muy igual por ambos lados. De este modo se evita que se reseque por su parte superior. Es un plato para comer al día siguiente, en que los calamares se podrán cortar limpiamente sin que se rompan o  vacíen.

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COSTILLAS DE CORDERO CON TOMATES Y PATATAS AL HORNO (LINA FLORIT)

Vamos a explicar un ágape familiar, típico y excelente, que a buen seguro, agradará a todos quienes gustan de los platos rústicos que vienen heredados de nuestros predecesores: costillas de cordero con patatas y tomates al horno. Es otro de los denominados «perols» menorquines que no suelen faltar cuando se va a pasar el fin de semana a la caseta junto al mar, en familia o en grupo y que muchas veces finalizará al son de alegres canciones tipo habaneras interpretadas por los más audaces acompañados siempre de sus guitarras. Los elementos e ingredientes a emplear en su elaboración serán los siguientes: siempre será mejor la cazuela o fuente de barro por aquello que decimos de que la cocción se lleva a efecto de forma más homogénea, pero cualquier continente de los utilizados hoy día también nos dará unos resultados excelentes siempre que vigilemos las condiciones de cocción como lo son el tiempo y la temperatura. Respecto a los ingredientes, éstos son: costillas de cordero, patatas, cebollas para suavizar el resultado final, aceite, sal, leche, agua, pan rallado, ajo y perejil picados finamente (con las imágenes se incluyen las demás explicaciones necesarias). Las medidas exactas de aceite, leche y agua se adquieren con la práctica porque dependen también del tamaño del recipiente, altura del contenido, etc. Esto es algo inevitable. Además, si te pasas, durante la cocción, con la ebullición puede vertirse fuera de la fuente y si falta, puede quedar más resecada la carne, al igual que si te pasas en el tiempo. Por ello, es recomendable permanecer a la expectativa las primeras veces hasta lograr el punto óptimo, que todo llega y, con ello, la recompensa de unos comensales agradecidos.

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ESCOPINYES (ALMEJAS DE MAHÓN) ENGAÑADAS (ITA FALCÓN)

 

Se emplean los caparazones de las escopinyes (el sabroso marisco del puerto de Maó) ya empleados y se preparan unos «bouquets» de marisco de un sabor extraordinario. A los caparazones, muy limpios, se vierten un par o tres de berberechos, de lata, que hemos comprado en la tienda. El zumo que queda dentro de la lata se filtra porque no exista arena y se hace una bechamel con el sistema normal, a al que se añadirá este zumo filtrado. De esta mezcla de bechamel y zumo, se tomará una cucharada y se irán tapando los berberechos de lata. Cuando se encuentran todos cubiertos terminan de rellenar con un poco de pan rallado con ajo y perejil por encima, se riega con una aceitera con aceite de oliva y se gratina. Según nos dicen el resultado es un plato realmente extraordinario.

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ESPET A LA MENORQUINA (CAN BERNAT DES GRAU)

Se cogen los trozos de «espet» (barracuda) y se pasan por harina, se fríen y se ponen de banda dentro de un plato. Dentro del aceite donde hemos freído el pescado, sofreiremos los tomates y la cebolla con un poco de pimentón rojo y su punto de sal. Dentro de un «perol» se colocan los trozos de espet y los recubriremos con esta salsa espesa a la cual se añadirá un bicho partido por en medio, pan rallado, ajo y perejil cortado muy fino y un chorrito de aceite, que pondremos dentro del horno entre veinticinco y treinta minutos a unos 180 grados.

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COCINA DE RIBERA DE MENORCA: PESCADORES

 

No podría quedar en modo alguno completo esta Guía Náutica dedicada al mar y a la navegación en Menorca si no se incluyera una parte muy importante dedicada al quehacer diario del hombre de la mar por excelencia como lo es el pescador profesional: la típica COCINA MARINERA salida de sus manos, un arte del cual ellos serán siempre cuna de tradición y especialidad. Evidentemente, la típica cocina marinera se improvisaba a bordo en la mayor parte de los días, o en cualquier cala de nuestras costas, donde se preparaba el fuego con cuatro trozos de leña aportados por los temporales junto a la olla de hierro -al principio- y a la cazuela de barro, más adelante. En las mismas se echaban los elementos básicos del huerto que tenían a bordo o conseguían en el lugar más cercano en cambio de una parte del producto de su pesca, añadiéndose trozos de pescado o los más variados productos sacados de la mar. ¿El resultado? Es imaginable: unos platos auténticos y, el que es más, de sabor natural y sin aliños artificiales que, además de reponerles a ellos las fuerzas -su principal cometido- pondrían los dientes largos a más de un entendido en cocina de nuestros días. Es por eso que hemos querido ir detallando también varias de estas recetas auténticas, de la mar, aportadas por los propios pescadores o personas de su entorno más directo. Incluso la preparación de un buen plato de los populares serranos fritos requieren de su peculiar tratamiento con destreza y eficacia para convertirse en el exquisito manjar de todos conocido. Todos ellos han señalado unos conceptos básicos, como puedan serlo por ejemplo la cazuela a utilizar y que siempre es muchísimo mejor si es de barro, el fuego de leña y todos los ingredientes a emplear, naturales. También hay que decir que una de las recetas utiliza como base la “cranca” (“cabra” en Ciutadella, «centolla» en la Península). En la actualidad esta especie se encuentra fuertemente protegida en las Illes Balears debido al hecho que se encuentra en grave peligro de extinción y no se puede pescar, pero en las pescaderías se pueden encontrar ejemplares importados otras aguas (la centolla gallega citada). Muy posiblemente no tendrán el característico sabor del marisco de Menorca, pero sin duda y si es fresco, se podrá salvar el plato. Resulta preceptivo recordar que las recetas culinarias rara vez suelen acertarse a la primera, por el que no hay que desanimarse y continuar buscando el punto óptimo en cada una de ellas.

Se ofrece previamente una pequeña reseña de los protagonistas que, por desgracia, ya no se encuentran entre nosotros y, en sus recetas, se verá igualmente su particular estilo de dar a conocer los detalles de cada contenido.

 

DELIO PRETO (ES CASTELL)

Un antiguo pescador, de trato muy agradable y que me ofreció toda clase de detalles en este aspecto fue Delio Preto, hombre sincero y franco que, desgraciadamente no se encuentra ya entre nosotros. Sentados una tarde en Calesfonts, en la bonita población de Es Castell, me fue explicando detalles de su vida profesional y anécdotas ocurridas en la mar con todo un lujo de detalles, prueba precisamente, de toda una vida dedicada al medio. La anécdota que recordamos es muy paralela a una experiencia propia, por ello no me sorprendió en absoluto. Al contrario, observé con atención la ilusión y el contenido entusiasmo con que este veterano, de costumbres sencillas y en absoluto ostentosas recorría las páginas de su vida yo diría que con contenida añoranza. Recordaba que la jornada de pesca más importante realizada en el transcurso de su vida profesional, que tuvo lugar, además, encontrándose sólo a bordo -recuerda que aquel día era sábado- fue de nada menos que 325 kilos de «xernes», de cuya proeza guarda una fotografía enmarcada. Tuvo la gran suerte de toparse con una roca que existe frente a la Punta de s’Esperó, en La Mola (bocana del puerto de Maó). Un día en que navegaba en su bote «Cala Fons II» y se había comprado una sonda. Puso ésta en marcha y metió proa hacia levante en busca del «canto». Navegaba tranquilamente pendiente de la imagen que marcaba el papel que iba quemando el estilete de la sonda y de pronto observó que el fondo subía inesperadamente, es decir, disminuía la profundidad. Al principio se imaginó que la embarcación habría dado la vuelta sin que se apercibiera de ello, pero no: ante sus ojos estaba apareciendo perfectamente reflejado el perfil de una roca sumergida en la cual podría existir, sin duda, una excelente pesquera de no haber sido descubierta anteriormente por otros profesionales. Como había bastante mar de levante, tomó las señas de su situación muy meticulosamente y regresó a tierra. Un sábado en que la mar se encontraba perfecta y el tiempo se mantenía totalmente bonancible, decidió ir a comprobar la misteriosa roca aislada que había descubierto unos días antes. Cuando solía hacerse a la mar con la idea de descubrir nuevos caladeros, solía llevar a bordo un volantín y tres o cuatro palangres de modo que, cuando llegó al lugar, caló primero los palangres «banda terra» para evitar que los «pedrals» quedaran enrocados y después atravesó la roca, continuando con el resto «banda fòra» tras lo cual, se abrió aun más todavía, poniéndose a pescar un par de horas con el volantín. Por supuesto se encontraba sobre el veril de los 180 metros, lo que quería decir nylon del 110 ó 120 y plomo de un kilo de peso. «Aquél era mucho fondo pero nosotros estamos acostumbrados. Por eso tenemos las manos hechas polvo cuando nos retiramos. Cuando manejabas el volantín en esas latitudes, pescabas y subías con cuidado, sin prisas, porque las prisas son siempre malas consejeras y pronto terminarías agotado. Y no digo nada si te equivocabas y el volantín caía sobre una «fonera» de 300 metros, que luego tenías que volver a recuperar, a lo peor completamente vacío, y con aquel plomo que suponía un kilo de peso a añadir a la resistencia que oponía tanto hilo en el agua. Si había un par de besugos o serranos, todavía salvabas la papeleta pero, si encima no había nada… Pues después de todo éso me iba a sacar a manos los palangres, que como es lógico tenían también sus «pedrals», que además eran bastante grandes». Cuando aquel día Delio comenzó a trasegar con aquellos aparejos, pronto sintió para sus adentros la característica emoción de que allí había algo enganchado; continuó subiéndolo más lentamente que nunca y recuperó el «pedral» que depositó en cubierta. Delio continuaba percibiendo que algo se movía allá abajo, algo que de pronto oponía una intensa resistencia, dando la impresión de haber enrocado y teniendo que ceder incluso varios metros de línea para volver inmediatamente a comenzar a recuperar. Así estuvo bastante tiempo, un tiempo que resultaba interminable en que el corazón latía en su pecho más fuerte y rápido que nunca hasta que, de pronto, sintió la desagradable sensación que lo que hasta entonces había allí se había desenganchado. Por supuesto, la moral por los suelos (en su caso sobre los «pols» de la barca) pero, al poco rato, de súbito algo afloraba sobre las aguas a no mucha distancia de la embarcación: en la superficie se encontraba una enorme «xerna». Pero no paró aquí la cosa puesto que, ante los atónitos ojos de Delio, tras la primera, subieron en cadena las demás, hasta un total de nada menos que nueve soberbias piezas, que dieron ese impresionante peso en la báscula. Había además varios serranos imperiales y poca cosa más. «Yo procuré no ponerme nervioso puesto que aquello suponía un espectáculo ante mis ojos como no había visto jamás nada igual. Son momentos en los que experimentas una gran emoción. Las fui recuperando y tras estibarlas sobre la cubierta tapadas con una lona para que no les diera el sol, regresé a Calesfonts. Delio abrió un restaurante en Calesfonts con el tiempo, “Can Delio” y con su padre iniciaron el tráfico turístico por el puerto con sus embarcaciones pintadas del característico color amarillo. También perteneció a la asociación sin ánimo de lucro «Amics de la Mar de Menorca» a quienes donaría algunas de sus embarcaciones. En la actualidad el negocio lo continúan sus descendientes con los llamados “Yellow Catamarans”, al igual que el restaurante.

 

PACO «SIS-SET» (PORT D’ADDAIA)

El Port d’Addaia ha conocido desde tiempos remotos a muy buenos pescadores que han faenado en su área de influencia con resultados siempre espléndidos, como era una constante característica de todo el litoral de Menorca. Una saga mahonesa que perduró hasta hace pocos años eran los conocidos «Sis-set», abuelo, padre y cuatro hijos, que alternaron estas costas con las de Es Grau. Francisco Pons Manent era uno de éstos últimos, un hombre que en el momento de llevar a efecto esta entrevista había alcanzado ya los ochenta y tres años de edad, lo que no le impedía mantener aún sus lazos con este bello enclave menorquín, en el que pasaba los meses de verano en una caseta de las denominadas «históricas» en medio de la actual terrible invasión del hormigón armado, que se encuentra situada en la ribera alta de Cala Molí. Entonces ya no tenía barca, ni aparejos, pero continuaba fiel al entorno con el que estuvo identificado durante una gran parte de su vida. Sus antecesores fueron pescadores y, no sabía si el abuelo o, tal vez, el bisabuelo, fue el origen del apodo que él continuaba perpetuando. «Por aquellos años era muy fácil el que te lo colocaran; bastaba simplemente con que tuvieras la costumbre de repetir algo y ya quedabas bautizado. Uno de los dos, cuando llegaba de pescar, si le preguntaban como habían ido los serranos, de haber ido bien, solía contestar que ‘sis-set cada calada’, y ya quedó bautizado como ‘en sis-set’, apodo que pasaría de uno a otro hasta llegarme a mí». Los inicios de Paco, al igual que sus otros hermanos, estuvieron en el «bolitx», que practicaban con su padre en el Port d’Addaia, capturando en sus aguas protegidas «sardineta», sepias, «rascles», «esparralls» y otras variedades que se daban generosamente por la zona, por espacio de una treintena de años y con ellos se defendían durante los inviernos. Cuando pasaba la más fría estación del año, salían a trabajar fuera, a mar abierta para la captura de la langosta. Pero durante el período de implantación de la República la modalidad de pesca de «bolitx» fue inicialmente prohibida, aunque poco después se concediera nuevamente autorización a los profesionales para poder reanudarla. Cuando cayó este régimen político con la llegada de la dictadura de Franco, volvió a prohibirse nuevamente, aunque en esta ocasión definitivamente bajo la alegación de que este tipo de arte destruía las crías: «… algo que no era cierto, puesto que ahora, que no existen los «bolitxers» no hay ni crías, ni grandes ni pequeñas. Más adelante nos hicieron ir hasta Fornells para entregar el aparejo, que fue incautado y quemado. Un aparejo que costaba una fortuna». Paco nos desvelará un par de recetas de primera categoría.

 

TONI RIERA «NENI» Y JESÚS PASCUAL (FORNELLS)

Toni comenzó a navegar junto a su padre en el bote familiar “Salmerón”, un bote con el que sufriría un día un serio percance cuando se encontraba regresando hacia el puerto tras una jornada de trabajo, dura jornada, como suelen serlo en su mayor parte las que conforman el calendario laboral de los profesionales de la villa marinera y del que lograría salir con vida milagrosamente. Además de ésta, tenían otra embarcación más pequeña que utilizaban para mariscar en el interior de la bahía utilizando los clásicos “rèvols” con los cuales capturaban las llamadas “pades de bo” y unos cuantos “cornets”. Otro marisco de menor calidad que también se buscaba pero no por ello menos cotizado era la “pada d’esca”, que los aficionados a la pesca utilizaban para cebar sus anzuelos. “Las ‘pades’ las iba a coger a Cala Prudent y luego las entregábamos al chófer del autobús para que las trasladara hasta Maó donde eran puestas a la venta en el Mercado”. Hay que decir que en Fornells son muy codiciados los caracoles de mar (los conocidos “bígaros”) que eran consumidos con verdadera fruición, algo que no ocurre en otras zonas de Menorca. Jesús: “Aquí era típico acudir el Martes de Pascua a s’Arenalet, al otro lado de la bahía, para hacer una merienda y lo primero que hacían todas las familias durante las jornadas precedentes era pasear por la ribera y coger los caracoles, que luego serían hervidos en la playa y consumidos por todos acompañados del tan típico como inevitable all-i-oli. Tras ellos se daba buena cuenta de los ‘perols de tomàtigues i patates al forn’, d’albergínies’ y seguro que alguna ‘coca amb albercoq’ u otra delicia de nuestra rica cocina que servían las mujeres para complementar el ágape… y tampoco faltaban los que sabían tocar la guitarra, o bien el laúd, y como solían existir varias voces ‘a tiro’ finalizábamos la fiesta con unas buenas cantadas todos juntos. Jesús Pascual había comenzado a navegar también siendo muy niño junto a su padre a bordo de la embarcación de pesca familiar, un llaüt que llevaba por nombre “Miguel Antonio”, de 32 palmos de eslora. Tenía entonces siete años de edad e iba a bordo junto a sus dos cuñados. Eran los años de la postguerra en que existía gran escasez de combustibles (y también de todo lo demás). De todas formas, debido a su corta edad, su rol a bordo se limitaba a ser el chico para los recados y a ejercer de ayudante de los demás. Cuando salían de puerto para pescar se pasaban todo el día y hasta parte de la noche en alta mar por lo que, una vez había baldeado la barca, bajaban a tierra donde se encontraran y se aprestaba a ayudar en la confección del menú pelando y cortando cebollas y tomates para la caldera de pescado. Tras acotar un espacio apropiado (“cau”) con cuatro piedras, recogía trozos de madera y ramas existentes en la ribera para encender el fuego donde cocinarla. Entre sus funciones también se encontraba la de ir a buscar agua a una fuente próxima o a las fincas (llocs) colindantes, transportando una banasta llena de pescado para efectuar su trueque por patatas, tomates, un melón, un cuarto de queso o un trozo de sobrasada. Durante los años en que trabajó junto a su padre, Toni “Neni” solía acompañarle a pescar en lo que se denomina “de prima” los calamares a la zona de Cala en Tusqueta, teniendo para ello una embarcación varada en Cala Prudent y un botecito cerca de las casas del predio s’Albufereta, dentro de la bahía de Fornells, de forma que atravesaban a pie el tramo de tierra existente entre ambas, alumbrándose al regreso, puesto que habitualmente era ya de noche, con un pequeño farol hasta alcanzar la costa del puerto, donde embarcaban y atravesaban hasta la población. “Pero valía la pena realizar aquella caminata debido a la gran cantidad de calamares que se podían capturar aquellos años”. Ciertamente, transitar prácticamente a oscuras por aquellos parajes no dejaba de ser peligroso por la existencia de varias simas, que podían darles algún serio disgusto debido a la profundidad de algunas de ellas. “Las hay muy profundas porque dejaba caer piedras en su interior. En algunas de ellas podía escuchar perfectamente que las mismas caían en el agua…” Otra de las actividades que acostumbraban a llevar a cabo los días en que la mar estaba encrespada por el temporal y no les permitía navegar era lo que se conocía como “córrer vorera” (recorrer la ribera), que se trataba de recorrer la costa a pie e ir recogiendo lo que la mar había había arrojado a tierra que pudiera tener algún tipo de utilidad. “De encontrar, encontrábamos siempre algo pero, de bueno, poco. Una vez encontramos una partida de barriles llenos de coco, que vendimos en Maó ya que lo utilizaban para fabricar jabón. También solíamos hallar botellas de butano. Durante los años de la guerra aparecieron minas de diferentes modelos”. Tanto Toni “Neni” como Jesús Pascual me facilitaron la receta de la «Caldera de pescado» que elaboraban a bordo o en la costa, que complementamos con una tercera que es la clásica menorquina en la cual, las sopas de pan se sustituyen por fideos muy finos. El secreto ya se sabe: cuanto más variedad de pescado se incluya dentro de la cazuela, cazuela de barro u olla, más sabroso será el resultado.

 

CALAMARES AL ESTILO PESCADOR (DELIO PRETO)

Es mucho más sencillo de preparar que el anterior: “Se cogen un cuantos calamares, también del tipo mediano o grande, puesto que finalmente serán cortados en trozos. Se limpian y rechazan las tripas, bolsa de tinta, ojos y boca. Después de ser troceados se echan dentro de una cazuela de barro con un buen chorro de aceite y un poco de sal, primero las patas y tentáculos porque la cocción de estos resulta más lenta que el resto y, cuando empiecen a estar cocidas, se añaden los trozos de los cuerpos y se continúan cociendo a fuego muy lento sin otros aditivos hasta conseguir que queden muy tiernos y suaves. El calamar mantiene de esta forma su auténtico y más puro sabor natural”. Hay que decir que si eran de los de tamaño pequeño, se añadía un poco de leche para evitar que llegaran a querer resecarse al tener menos grosor, manteniendo eso sí, la cocción a fuego muy lento. Con el clásico “xup-xup”. Tampoco hacía falta preocuparse por la arena en estos casos puesto que al ser procedentes de captura mediante calamarera, no tienen. Prácticamente, tan sólo se les quitaban los ojos, la boca y, según quién, la bolsa de tinta para que no oscureciera la apariencia final del plato.

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CALAMARES RELLENOS A LA MENORQUINA (DELIO PRETO)

El auténtico calamar relleno a la menorquina que solían preparar las mujeres de los pescadores o en las casetas junto al mar no tenían otros ingredientes más que el propio calamar y los condimentos. Más adelante se irían añadiendo otros elementos como el propio huevo duro. En nuestro caso, se tratará el auténtico, el de la Menorca de antaño: “Se toman los calamares que hagan falta y de un tamaño mediano, muy frescos. A continuación se les sacan las tripas, bolsa de la tinta, ojos y boca y se limpian bien. Si han sido cogidos mediante calamarera no tendrán arena en su interior pero, si ha sido mediante las redes, posiblemente sí, por lo que es mejor limpiarlos y si se necesario, darles la vuelta procurando que no se rompan. Seguidamente, dentro de una cazuela de barro se echan la cabeza limpia, las patas, las aletas, los tentáculos y se ponen a cocer sin otros ingredientes ni tanto sólo agua. Cómo en el caso del pulpo, primero liberarán bastante agua ellos mismos que, como se cocerá a fuego lento, volverá a ser absorbida reforzando su sabor. Una vez cocidos se pasarán por la maquinita de picar (o picadora) añadiéndole sal al gusto, ajo y perejil muy picados. Con esta pasta se llenarán los cuerpos que habremos mantenido apartados, no llenándolos en exceso puesto que, en caso contrario, al reducirse sensiblemente su medida con la cocción, reventarían quedando todo el relleno esparcido fuera. Tienen que dar la impresión de encontrarse más vacíos que llenos. Esto es muy fácil de conseguir porque con las partes cocidas de cada uno para el relleno habrá materia suficiente por lo que, incluso, es posible que sobre. El extremo abierto de la bolsa se cerrará empleando un palillo. Seguidamente se colocarán en el interior de una fuente de hornear o mejor una cazuela de barro, que al tener más grosor de pared que una fuente, el contenido no se asará tanto. Además, si se quiere, se podrá recubrir el fondo con una capa de patatas que tomarán muy buen sabor. Es mejor hacerlo siempre que se emplee la fuente; de emplearse la cazuela, no serán necesarias. De una forma o de otra, el conjunto conviene recubrirlo -si se desea- con un poco de pan rallado, ajo y perejil y, obligatoriamente, regarlo bien con la aceitera con aceite de oliva. Una vez preparado se meterá en el horno muy caliente para obtener una buena cocción. Para servirlo, cada calamar se cortará en rodajas más o menos finas, acompañándose de las patatas en el caso de haberlas incluido. El resultado era otro plato realmente sabroso y típico en las grandes ocasiones, como para Navidad.

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DÁTILES DE MAR (DELIO PRETO)

Años atrás también bastante generoso, en la actualidad este marisco ha desaparecido prácticamente tras el expolio humano. Y es que tan sólo se cogían los que quedaban más cerca de la superficie. Los de la parte de arriba y, por eso, se aprovechaban los meses de enero y febrero que había más bajamar. Más adelante, con la llegada masiva del buceo, se empezaron a limpiar las rocas de arriba abajo hasta la devastación. Se picaban las paredes como un albañil lo haría para dar paleta o estuco, y cómo es un marisco que necesita muchos años para crecer, no ha quedado prácticamente nada. Se ha arrasado y aquella riqueza que tenía antaño el puerto de Maó, ni la tiene, ni la tendrá nunca más, a decir de los expertos. Servían para ser cocinados tanto en una caldereta, a la cual confería un sabor celestial, o también a la plancha, con ajo y perejil finamente picados y dejando caer un chorrito de aceite y vino o jerez, increíbles. Los que se encuentran en la actualidad en las tiendas, proceden del exterior de la isla. Delio recuerda que se criaban en lugares muy determinados. Si pertenecían a peña viva, eran más bien rechonchos, mientras que los de cantones de marés (cantiles de los muelles), o de roca blanda, crecían bastante más a la habitar un material más blando y débil. Solían extraerlos muchas veces empleando unas pinzas de depilar de mujer una vez ensanchado el agujero que señalaba su presencia. El poder reunir tres docenas en una misma jornada ya suponía un éxito, puesto que era un marisco de los considerados «caros». La devastación llevada a cabo fue tan grande que finalmente se tendría que publicar un aviso por parte de la autoridad de Marina previniendo que se multaría a los aficionados que los capturaban puesto que llegó un momento que se arrancaban prácticamente las piezas de marés de algunos muelles para extraerlos, provocando con ello el destrozo de los mismos. Se trataba de una especie que se introducía dentro de la piedra y allá iba creciendo, más fácilmente si esta no era fuerte. De aquí la abundancia dentro del marés. No podían salir al exterior e iban agrandando la cavidad a medida que crecían, alimentándose a través del pequeño orificio, que tenía la mala suerte de servir, al mismo tiempo, para delatar su presencia. Un lugar perfecto lo era el Clot dels Ases, en el Lazareto, donde se hundió una barcaza cargada de sillares de marés extraídos de las ruinas del castillo de Sant Felip para ser reutilizadas en la construcción del propio Lazareto y sus muelles. Los sillares estaban en el fondo y era un material excelente para construirse ellos la casa perfecta. Delio: “Nosotros no los veíamos pero con las «gafes» subíamos una de aquellas piedras grandes a bordo de la barca y la picábamos. Si teníamos suerte, extraíamos de la misma un par de docenas. Pero tenía que estar fuera del barro puesto que, de estar hundida dentro de él, no había ni uno”.

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CONGRIO, ARROZ CON (DELIO PRETO)

Considerado por Delio como otro de los platos típicos marineros de Menorca, en la actualidad, prácticamente desaparecidos o relegados al olvido, el congrio es, para él, uno de los pescados más sabrosos de nuestras aguas. De él se aprovecha la ventresca puesto que tiene suficiente carne fina y sin espinas, así como la cabeza que sirve para dar un extraordinario sabor al «suquet» a la hora de elaborar un verdadero arroz caldoso. También se le puede añadir un trozo de ventresca de morena, que sin duda reforzará el sabor final. La mezcla de ambos resulta extraordinaria. “El ‘suquet’ se elabora al estilo pescador, todo en crudo, echando adentro de la cazuela de barro agua, ajos, perejil, uno o dos tomates, un pimiento y una cebolla, limpios, troceados y pelados, un poco de sal y aceite. Después se pondrá al fuego. Cuando empiecen a estar cocidos estos ingredientes se le echarán las ventrescas hasta finalizar la cocción. Se rechazará posteriormente la cabeza y se partirán en trozos las dos ventrescas para ser consumidas lo que se llevará a cabo mejor acompañadas con salsa mahonesa, mientras que el caldo o ‘suquet’ se pondrá de nuevo a hervir y se añadirá el suficiente arroz para que quede un plato caldoso, acabando de ser ajustada la sal al gusto”. No se dejará de recalcar que tanto la morena como el congrio tienen que ser totalmente frescos, puesto que frescura equivale a sabor-sabor, por lo que fácilmente podrían malograrse los resultados finales de no emplear los ingredientes tal y cómo toca. “Un congrio sacado de la nevera al cabo de un par de días tendrá sabor de serrín. Por el contrario, si está vivo o acabado de capturar, dará a este plato una calidad extraordinaria”.

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ESCOPINYES DE MAÓ, AL NATURAL Y AL HORNO (DELIO PRETO)

Marisco de primera categoría, es uno de los más importantes y queridos del puerto de Maó que le han dado nombre, antaño muy abundante, hasta el punto que se construyeran viveros donde se echaban las crías («gravadó«) para que fueran creciendo permaneciendo perfectamente protegidas. Cómo todo, y en gran parte debido de también a la contaminación y enfermedades o epidemias, su población se ha visto muy reducida hasta el punto de haber llegado al límite de su desaparición. Muchos años atrás, existían varios mariscadores, muy expertos, que hacían su trabajo entre la isla del Rey y la desaparecida isla de las Ratas, empleando para hacerlo una larga «entena» acabada en pinza que se manejaba desde la superficie llamada “ostiera” con la cual iban palpando el fondo para poder localizarlas, puesto que viven enterradas a la arena. Lo hacían a ciegas y las detectaban al tacto puesto que el extremo de la «entena» resbalaba por una de sus valvas y con el grabado característico, quedaba delatada, pudiendo diferenciarlas de una simple piedra. Otros trabajaban con una «ullera» con la cual observaban atentamente el fondo. Con la entena iban dando golpecitos en el mismo y, cuando se encontraban cerca de una, esta, asustada, cerraba de golpe sus valvas (que en reposo mantienen entreabiertas). El hecho de cerrarlas de golpe suponía la salida a presión de agua y arena «esquitxàven» (salpicaban), hecho que era observado por el mariscador con su «ullera«. Seguidamente abría las pinzas de las «gafes» o «ostiera«, cerraba y lo capturaba. Entonces eran muy abundantes y se cogían de este modo. Tampoco existía el submarinismo o, cuando menos, no era conocido y menos practicado en Menorca. La forma de degustarlas era (como en la imagen) al natural después de ser abiertas con un cuchillo, quedando divididas en dos partes a las cuales se echaban unas gotas de limón. Era el marisco por excelencia y, a medida que iba reduciendo su población, los precios fueron aumentando astronómicamente. Otro sistema de preparación clásico y que sale de la cocina es colocarlas abiertas en una fuente de hornear para ser seguidamente cubiertas con pan rallado, ajo y perejil finamente picados. Se riegan con aceite mediante el concurso de una aceitera para ser puestas a cocer al horno. Pero sin pasarse, puesto que quedarían resecas y no valdrían nada. Por eso es conveniente estar pendientes de ellas. Y otra versión de esta preparación es colocar dentro de una fuente de hornear untada con aceite, una capa de patatas (el clásico “perol” menorquín); seguidamente se colocan encima de ellas las escopinyes sin las valvas, desnudas, finalizando con el pan rallado ajo y perejil picados, así como el aceite, echado con la aceitera. En este caso quien ganan de verdad son las patatas, que adquieren un sabor extraordinario, puesto que las escopinyes, después de soltar todo su jugo y sabor, quedan muy resecas. (Esta receta la ha facilitado Josep Carreras).

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GAMBAS AL HORNO (DELIO PRETO)

Es este otro plato algo tan poco conocido como suculento y capaz, al mismo tiempo, de hacernos quedar muy bien ante cualquier invitado. “Es sencillo de preparar y, a la hora de la verdad, la capa de patatas que se coloca en la parte de abajo es la que sale ganando al quedar enriquecida por los jugos que han dejado soltar los crustáceos”. Ante todo es necesario recalcar que las gambas tienen que ser frescas. Cualquiera que tome una gamba fresca y otra congelada, preparadas de la misma forma y al mismo tiempo, podrá constatar sin dudarlo por un momento cuál es la fresca y cuál la que hemos sacado del congelador. Conviene que sean de un tamaño mediano, de las que traen las barcas de arrastre del puerto. “Para la preparación se coloca en una cazuela de barro un poco de aceite, solamente por el hecho de que actúe de capa protectora que no permita que su contenido se pegue al recipiente. A continuación se colocarà una capa de patatas peladas y cortadas redondas, de un grosor de unos 7 milímetros, lo que permitirá colocar otra más por encima la misma, estando saladas al gusto. Encima de las patatas se colocarán las gambas formando una nueva capa y sin amontonar. Después se picaràn meticulosa y finamente ajo y perejil (también frescos), se echarán por encima de las gambas y se regará el conjunto (mediante una aceitera) con aceite de oliva. Y ya lo tendremos preparado. Ahora se meterá dentro del horno muy caliente para que lleguen a su punto álgido de cocción. Hay que decir el extraordinario del gusto que logran conseguir las patatas una vez han llegado a este punto”. Hay que vigilar no pasarse en el punto de la cocción, de lo contrario se resecará el contenido perdiendo su punto y toda la gracia.

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LANGOSTA, CALDERETA DE (PACO «SIS-SET»)

“Utilizando una cazuela de barro de buen tamaño se prepara un sofrito a base de tomate, cebolla, ajos, pimiento verde y aceite, que cueza bien y quede en su punto. Mientras se prepara éste, las langostas serán cortadas, el abdomen en anillos y la cabeza seccionada en dos partes. Por supuesto, la ‘salsa’, una especie de gelatina de color marrón oscuro, será colocada para ser conservada hasta el momento oportuno en recipiente aparte. Una vez listo el sofrito, se introducen los trozos de langosta para que el conjunto quede perfectamente conjuntado. A continuación se le añade el agua, que deberá encontrarse siempre a punto de ebullición para no dañar la langosta. Unos pocos minutos y se le añade un trozo de piel de naranja cuyo objeto es mejorar el sabor del resultado final (toque de los ‘Sis-set’). Cuando se puede considerar que todo está ya prácticamente cocido, se prepara una picada de ajo y perejil a la cual se añadirá la ‘salsa’ que hemos conservado (existen cocineras que a esta picada le añaden incluso almendras picadas). Se vierte en la cazuela, removiendo, un poco más a fuego lento y ya estará lista. La piel de naranja se añade para suavizar y al propio tiempo reforzar el sabor”. A cada comensal se le ponen en el plato varias sopas de pan (que ya se expenden a propósito en las panaderías para diversos usos culinarios), unos cazos de caldereta y unos trozos de langosta (las imágenes que ilustran esta receta corresponden a una caldereta elaborada por Joana Quintana).

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LANGOSTA CON CEBOLLAS (BIEL CERDÀ, «NIU»)

Se trata de una receta importada desde Mallorca por la familia Cerdá (más conocida como “els Nius”), de Ciutadella, que sigue elaborando con notable delicadeza Joana Pons, esposa de uno de los descendientes, Biel Cerdá (en la imagen un plato elaborado en el conocido Café Balear, del puerto de Ciutadella). El padre la enseñó a elaborar en su día a todas sus nueras. “Lo importante son las cantidades necesarias de cada ingrediente. En términos generales se utiliza medio kilo de langosta por persona. Así, para 7,5 k de langosta le corresponden 5,5 k de cebollas. En primer lugar se toman las cebollas y se cortan muy finas. Se coloca al fuego una cazuela de barro con aceite. Cuando se encuentre bastante caliente se echan las cebollas que tenemos preparadas, dejando que se cuezan hasta quedar casi transparentes. Tras salar la cebolla, a partir de este momento podremos incorporar las langostas que estarán cortadas en “colls” (cada uno de los discos en que se encuentra dividido el abdómen), así como las cabezas, tras salvar las “salsas” en una escurridera. Las langostas también se habrán salado al gusto. Se toman dos tomates grandes y tras ser pelados, se añaden a la cazuela, así como un poco de coñac. Seguidamente y en recipiente aparte se pican ajo, perejil y las “salsas” de las langostas. Esto puede llevarse a cabo tanto con el mortero, como con una picadora eléctrica (“minipimer”). Se añade igualmente a la cacerola dejándolo cocer todo junto lentamente. Cuando las langostas se han vuelto rojas y se comprueba que está correctamente en su punto de sal, se apaga el fuego, dejándolo reposar un rato y ya puede servirse”.

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MERO, MILANESAS DE (DELIO PRETO)

«¿Y no son acaso realmente extraordinarias las milanesas de mero?» -me pregunta Delio. Vaya, aquí tenemos otra especialidad para hacernos volar al cielo. Venga, cuente!: “Otro plato realmente exquisito cuando se utiliza material fresco y auténtico (no es lo mismo la xèrna ni el ‘anfòs bord’, que sirven en muchos restaurantes como mero auténtico, que nuestro codiciado y reconocido mero menorquín, que vive en las cuevas entre rocas y que se alimenta de una dieta de calidad, rica en crustáceos). El ‘anfòs’ de Menorca es un serránido que ha sido considerado desde siempre el rey de los mares en cuanto a pescado mediterráneo de calidad. Para prepararlas se corta el meros en tajadas redondas y se sacan la piel y las espinas, siendo la gracia y el arte en esta operación el conseguir unas lonchas delgadas y, al mismo tiempo, enteras. La pasta que servirá para llevar a cabo el rebozado será elaborada mediante ajo y perejil picados muy finamente, un huevo batido y un poquito de harina, la necesaria para ligar estos ingredientes y, después de pasar por la misma los cortes, emplear el aceite muy caliente. El rebozado quedará dorado y crujiente. El mero será pura miel”.

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ORTIGAS DE MAR (DELIO PRETO)

Reciben en Menorca este nombre las anemonas comunes (Anemonia sulcata) las cuales tienen también muchos adeptos puesto que presentan un sabor de marisco muy fuerte. Muchos pescadores prefieren, sin embargo, la ortiga de ermitaño (Calliactis parasitica), de sabor más reforzado. La primera es la más grande y más frecuente del Mediterráneo, vive en las costas con rocas, en aguas poco profundas, casi a flor de agua, aunque no resiste una desecación prolongada. Poseen largos tentáculos, muy flexibles pero no retráctiles. Cuando se encuentran en aguas muy limpias, cerca a la superficie, los extremos de los tentáculos muestran coloraciones violáceas, azuladas e incluso rojizas, tonalidades que perderán a medida que ganen en profundidad. Estos tentáculos son urticantes y su contacto con los dedos de la mano puede producir una reacción con parecido al de las medusas, quedando incluso adheridos, después de que se rompan con facilidad. Y la segunda vive encima los caparazones de los ermitaños (Paguristes oculatus y Pagurus arrosor), que son capturados con las redes a mayor profundidad, y que tienen mayor aprecio entre los pescadores. Viven en perfecta asociación -en simbiosis- para atender necesidades mutuas, de forma que la ortiga protege mediante sus células urticantes al ermitaño de posibles depredadores, mientras este le facilita el alimento necesario y variado al estar en constante movimiento y cambiando de lugar. La ortiga despliega en caso necesario sus largos filamentos urticantes de color azul-violáceo muy vivo cuando nota un cuerpo extraño en contacto con ellos. Si el caparazón lo permite, no será de extrañar observar cuatro o incluso cinco ortigas adheridas en el mismo. Las primeras, las ortigas de roca, suelen tener arena puesto que viven adheridas a las rocas. Para cogerlas se emplea un tenedor al que se le han curvado todavía más las puntas con objeto de darle forma de cuchara. Hay quien también se sirve de una cuchara curvada de la misma forma. Tal como nos dice en Josep Carreres, otro gran aficionado de toda la vida a la mar de Es Castell, primero es necesario escaldarlas para neutralizar la sustancia urticante, se abren y sueltan fácilmente toda la arena. Para ello, se sumergen unos segundos en agua hirviendo. Seguidamente se escurren y después de rebozarlas con harina y huevo, se fríen en aceite muy caliente. Delio: “Años atrás, cuando con las redes venían ermitaños con ortigas, separábamos estas de los caparazones empleando un cuchillo con cuidado para no romperlo. Se limpiaban bien de filamentos y después de rebozarlas las freíamos directamente, sin necesidad de escaldarlas. Al ermitaño lo empleábamos como un cebo excelente para capturar otros pescados”.

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PESCADO, CALDERA DE (DELIO PRETO)

Sobre las dos de la tarde se acercaban los pescadores a tierra para comer, llevando a bordo una cebolla, un tomate, ajos, pimiento, aceite y un poco de perejil, así como un «puñado» de fideos. Y mientras se navegaba hacia la costa se sacaba del vivero de a bordo una morena de la cual se cortaban dos trozos de ventresca (la morena es excelente para la caldera y de ella se aprovecha la parte anterior, puesto que la posterior, la cola, está llena de espinas, el que no sucede en la otra mitad). Mientras se dejaba caer el muerto o fondo para amarrar y se daba un cabo de proa a tierra para amarrarla a una roca o agujero, el otro dejaba caer el volantín para, en un par de caladas, sacar cuatro o cinco vacas, serranos y un raspallón y añadirlo. Entre todo se reunía cerca de un kilo de pescado variado que, para dos, es fácil de imaginar que el resultado sería siempre excelente. “La caldera se prepara siempre en crudo, como es típico entre los pescadores menorquines. Una vez encendido el fuego se echa en la cazuela el agua, el pimiento, tomate y cebolla limpios y cortados en trozos y el perejil. Cuando está hirviendo, se le añade la morena puesto que es más difícil de cocer que el resto y se espera que vaya cocinándose despacio, vigilando siempre y, cuando nos parece que la morena está llegando a su punto, se echa el resto de pescado, limpio y libre de escamas, así como un poco de sal. La sal podíamos tomarla durante aquellos años. No habían problemas. Hoy los médicos ya nos la quitan pronto. Finalmente se añadía el puñado de fideos con el fin de darle un poco más de «cuerpo». Aquella caldera sabía a gloria y esto teniendo en cuenta que se trataba del plato más sencillo del mundo. Y dábamos buena cuenta de ella en un santiamén, porque teníamos que ir a levar los palangres. La morena, que es un pescado muy fino siempre que sea completamente fresca, se separaba de la caldera y se comía con un poco de salsa mahonesa y aquello sí que era una gozada. Esto se podía hacer en casa, después de montar la salsa dentro de un mortero y ligarla con la maza, porque en la barca no se podía perder tiempo y no existía la de conserva como en la actualidad”. Esta receta era típica entre los palangreros de Es Castell. Los tripulantes de las barcas del bou (arrastre) empleaban otras variedades y los platos se confeccionaban de otra manera.   Delio se muestra un acérrimo defensor del pescado fresco: “Fresco quiere decir vivo o acabado de pescar. No que venga de la nevera o frigorífico aunque lo hayas pescado tú mismo el día anterior. El pescado que procede de cualquier proceso de conservación o de un día para otro no tiene ya nada que ver con el cogido y cocinado en el mismo día, puesto que pierde una gran parte de sus calidades. Lo mismo sucede con el pulpo, calamar o gambas. ¿Es igual una langosta congelada o una viva?. Es como la noche y el día. Cualquier restaurante podría presentar un plato excelente y natural con estos ingredientes y sin embargo se mezclan con otros productos, salen de la nevera, se emplea la olla a presión y se le añaden ingredientes extraños. Nuestra auténtica cocina se ha perdido y es una verdadera lástima. ¡Con lo sencillo que resulta presentar un plato auténtico, seguro y además a un buen precio…! Recuerdo a unos amigos catalanes a los cuales encontré comiendo en un restaurante. Uno de ellos se me dirigió la mar de contento diciendo que estaban comiendo un menú de pescado fresco en el cual les servían lenguado no sé de qué manera… ¡lenguado! A saber de dónde habría llegado…”.

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PESCADO, CALDERA DE (JESÚS PASCUAL)

“En la cacerola se prepara un sofrito con pimiento verde, tomate, cebolla y dos o tres dientes de ajo, con aceite abundante. Cuando está más o menos precocinado, se le añade el agua y 3 ó 4 patatas, dejándolo todo que hierva hasta que las patatas estén medio cocidas. En ese momento se le añade la mezcla de pescado salado al gusto: un cap-roig, un trozo de raya, un trozo de morena o congrio, móllera, rascla, variada, cántara, etc… teniendo en cuenta que, cuanto más variedad, mucho mejor será el resultado final. Ésta es la forma habitual en que preparábamos la caldera, pero recuerdo haber visto prepararla como he dicho y, cuando estaba prácticamente cocida, sacar el pescado y añadirle otros diferentes para que volviera a hacerse y reforzar de este modo todavía más su sabor. Pero aquello ya no era caldera, era ‘arrop’ y como es de imaginar, demasiado fuerte”

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PESCADO, CALDERA DE (TONI RIERA «NENI»)

“Lo primordial es contar con una cazuela de barro (ya sea forma de olla o ‘tià’), de lo contrario, ya no sale como debería ser. Todos los ingredientes han de incorporarse crudos (como lo es la típica caldera de pescador, ‘tot en cru’): pimientos verdes, tomates y cebolla convenientemente troceados y limpiados. Se le añaden unos cuantos dientes de ajo, abundante aceite y agua suficiente. Se pone al fuego y al estar medio cocido, en que ya ha estado hirviendo durante un tiempo, se le añade el pescado, salándolo al gusto. Sobre éste hay que decir que cuanto más variado, muchísimo mejor, no debiendo de faltar entre los habituales: 4 ó 5 serranos, un par de trozos de “rajada”, un “gató” -que refuerza bastante el sabor-, unas “variades” y “rascles” que, cuanto más, muchísimo mejor. Los pescadores la conocemos familiarmente como “caldera blanca” porque el resultado es más claro. Se diferencia de la que nos mencionará Jesús, que presenta un aspecto de color más rojizo”.

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PEUS DE CABRIT (DELIO PRETO)

Marisco muy frecuente en el puerto de Maó en otros tiempos y en algunas formaciones rocosas de nuestro litoral, donde vive fuertemente aferrado, se caracteriza para tener un acusado y fuerte sabor a mar en su más pura esencia. Su preparación es sumamente sencilla puesto que no necesita ningún otro ingrediente. Tan sólo una plancha muy caliente, ponerlos a tostar con el lado del tapón hacia arriba y, cuando este característico tapón se suelte fácilmente, indicará estar en su punto, lo que permitirá abrir las valva. Entonces se lleva directamente a la boca y para adentro. No se puede pasar en el tiempo de la cocción puesto que quedaría como un trozo de suela de zapato y, por supuesto, no valdría nada. También es necesario saber que se tienen que comer calientes. Fríos, tampoco valen nada.

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PINTARROJA (GATÓ ) A LA ROMANA (DELIO PRETO)

Otra forma de preparación del gató o pintarroja es la misma del «calamar a la romana»: una vez limpio, se cortan filetes laterales que serán rebozados con una pastita que estará compuesta de huevo batido, un poco de harina, un chorrito de cerveza y sal, que no deberá quedarnos ni muy clara ni muy espesa. El resultado tiene que ser el de una fina capa que no se desprenda y que quede crujiente de forma que proteja al filete de gató.

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PINTARROJA (GATÓ), FIDEOS CON (DELIO PRETO)

La pintarroja (en menorquín «gató«) es un pescado que pertenece a la familia de los escualos, (Scyllium canicula), que como esta familia tiene su cuerpo recubierto con una piel de color marrón muy fuerte y gruesa, con tonalidades más oscuras que deberá ser arrancada completamente antes de cocinarlo. Es un ejemplar muy frecuente en nuestro Mediterráneo. Una vez limpio, se le eliminará un cordón de color oscuro que discurre bajo su cuerpo, así como las tripas y cabeza. Después de ser cortado en trozos, se sala ligeramente (puesto que se trata de una especie de sabor bastante fuerte) y se sofríe un poco, reservándose hasta el momento de ser utilizado. Por otro lado se habrá puesto al fuego una cazuela de barro o una cacerola lo suficientemente grande con un poco de aceite, la cucharadita de margarina, cuatro tomates pelados y troceados, tres ajos, dos cebollas y un pimiento verde también cortados en trozos. Con fuego lento se irá confeccionando este sofrito vigilando que los ingredientes no se peguen en el fondo del recipiente. Cuando la cocción esté bastante avanzada se picará el sofrito con la picadora para que quede bastante fino, se echarán en su interior los trozos de pescado que tenemos apartados y después el agua caliente, en cantidad suficiente para que puedan cocinarse los fideos, que serán finos (del número «1») y deberán de quedar bastante espesos, pero no como una «caldera» clásica, sino un poco más espeso que lo sería un «arroz caldoso». Hay que servirlos «al punto».

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PULPO, ALBÓNDIGAS DE (DELIO PRETO)

Otro sabroso plato de la cocina marinera menorquina que tiene un sabor exquisito (Imagen de «Tiberis»). Delio: “Volvemos a encontrarnos en el mismo punto de partida. El pulpo tiene que ser natural, nada de congeladores ni importaciones. De Menorca y mejor vivo. Antes que nada se cortará en trozos para hacerlo más manejable y se pasa por la máquina de picar típica de manivela (puede ser también una ‘picadora’ eléctrica) y lo echaremos dentro de un plato o cuenco. Dentro del recipiente de la picadora irás echando al mismo tiempo ajo y perejil picados y finalmente un poco de pan rallado salando al gusto, que al propio tiempo nos limpiará la máquina. Seguidamente le añadiremos un huevo al cuenco y se amasará uniformemente esta mezcla para que queden todos los ingredientes perfectamente mezclados entre sí. Seguidamente se irán moldeando las albóndigas y se colocarán dentro de un plato a la espera de ir siendo echadas dentro de una sartén con aceite que contendrá muy caliente. Un par de vueltas y ya estará preparado para servirse. Este es un plato en el cual se puede emplear el pulpo directamente y sin necesidad de aflojarlo con el palo. Y tiene que ser de aquí para garantizar todo su sabor puesto que los que se llegan de fuera y se venden en las tiendas congelados, muchas veces están ya medio cocidos y, después de hacer todo el trabajo, el sabor de pulpo no lo encuentras por ninguna parte”.

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PULPO CON CEBOLLA (DELIO PRETO)

Este es un tema que Delio se toma muy seriamente, puesto que conoce con detalle el pulpo de Menorca y su sabor, fuerte y especial. El plato forma parte del recetario marinero menorquín y su preparación resulta un poco laboriosa, pero deberá de llevarse a cabo si se pretenden conseguir los resultados del pulpo con cebolla de antaño. “Hoy la gente compra del supermercado el pulpo que se importa de Galicia, congelado o medio cocido y los resultados no tienen nada que ver con el auténtico sabor nuestro. También hay quién va a la pescadería, compra los pulpos de Menorca o los cogen ellos mismos, pero también terminan por meterlos dentro del congelador durante unos días para reblandecerlos, y esto es un auténtico error. Para hacer este plato, primeramente el pulpo tiene que ser local, por supuesto y, además, fresco”. Tampoco importa el tamaño ya que según él, no siempre el más grande es más duro. Lo que sí hay que tener en cuenta es que según el tamaño que tenga se cortarán los trozos más o menos grandes. Al pulpo hace falta desmembrarlo, quedando por un lado la capucha o cabeza sin los ojos, boca y tripas, y las patas por otro. Para aflojarlo es necesario tener un buen palo de madera (no caña ni otros materiales), un palo de acebuche, por ejemplo. Con él se irá golpeando empezando por un extremo y acabando por el otro y volviendo a repetirlo incluso cambiando la orientación de los golpes a fin de que quede prácticamente deshecho. Antiguamente se ponían a hervir con agua y un tapón de corcho durante tres o más horas para que aflojara dentro de una olla. Delio sonríe al recordar esta costumbre puesto que: “Si cuece durante tres horas… qué tiene que quedar del pulpo?. Además después deben de tirar el agua y con esto todo el sabor… Dejemos los sistemas actuales y vayamos al grano. En Calesfonts cogíamos bastantes pulpos y de todos los tamaños. Los dejábamos si cabe para el día siguiente, bien picados con el palo de madera pues un pulpo fresco es bastante duro y tirante. Yo los vendía en la pescadería y muchas clientas querían que los picara yo mismo para no tener después problemas en sus casas. Pero allí no podía valerme de un palo de buena ley porque si empezara a picar todo el mundo quedaría salpicado. Por eso me valía de la espalda de un cuchillo bastante grande. No quedaba tan bien, pero tampoco salpicaba a nadie. Con esto se corría también el riesgo de cortarlo, de modo que no podía atizarle fuerte. Recuerdo que al día siguiente una de ellas me dijo que le había quedado un poco duro y no era tan tierno como otras veces. Y ello era perfectamente lógico cuando el trabajo de una hora lo reducías a diez minutos”. El pulpo después de ser perfectamente picado tiene que quedar de forma que parezca que está deshecho. Una vez conseguido hay que cortarlo en trozos que no tienen que ser ni demasiado pequeños, ni demasiado grandes, teniendo en cuenta que con la cocción reducen notablemente su medida original. Como norma general de un pulpo de kilo y medio, cada pata se dividirá en tres trozos. “Estos trozos se colocan dentro de una cazuela de barro sin nada más y se pone a cocer a fuego lento. El mismo pulpo irá soltando el agua necesaria para la cocción hasta quedar completamente cubierto y después empezará a volver a reducirla de nuevo, menguando y reforzando al mismo tiempo su sabor. Todavía se reducirá la fuerza del fuego un poquito más al mismo tiempo que, aparte, se tendrán cortadas las cebollas a trozos, y preparados pimentón rojo molido dulce y sal. Cuando el agua empiece a reducirse, se echarán la cebolla, el pimentón rojo y el aceite, así como la sal que se pondrá al gusto. Cuando el agua haya menguado y la cebolla parezca suficientemente cocida, se vigilará (probándolo incluso de ser necesario), hasta encontrar el punto ideal y la textura deseada. “Esta es la auténtica receta del ‘pulpo con cebollas’ de Menorca, en donde éste resulta tan suave como la cebolla misma y, sobre todo, conserva todas sus propiedades que se manifiestan en este sabor fuerte y especial. Reconozco que en la actualidad, nadie quiera ponerse a dar golpes a un pulpo en su casa para salpicar toda la cocina pero, si se quiere obtener nuestro sabor tan menorquín no tendrá más remedio que arriesgarse”.

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RAJADA (RAYA) AL HORNO (DELIO PRETO)

Preferiblemente la raya no tiene que ser demasiado gruesa, sino más bien de un kilo de peso. Casi todas las variedades que se dan en Menorca, excepto la conocida como «escorçana» (de muy baja calidad y sabor ácido), sirven para hacer este plato. Pertenece a la variedad de pescados conocidos entre los pescadores como “bastina” (gató, raya, clavel, etc). Para prepararla (imagen de «Tiberis»), se abre por el medio y se tira lo que no es aprovechable (piel, tripas y demás). Generalmente en la pescadería ya la sirven pelada al ser un trabajo bastante complicado de llevar a cabo, teniendo que emplearse incluso herramientas especiales (tenazas de carpintero o pinzas de zapatero) para arrancar la piel en según qué casos, puesto que tiene una capa resbaladiza y no podría sujetarse fuertemente, patinando de las manos al hacer fuerza. Se pone dentro de una fuente de hornear untada de aceite una capa de patatas, los trozos de raya limpia y salada convenientemente, y pan rallado con ajo y perejil muy picados, así como una pasada de aceite con la aceitera. La fuente de hornear se pondrá dentro del horno hasta que quede perfectamente cocido su contenido. Es otro de los platos más apreciados de aquellos tiempos, aunque en la actualidad se haya perdido bastante. (Imagen tiberisacasa.blogspot.com)

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SALPAS AL HORNO (DELIO PRETO)

La salpa es un pescado al cual Delio no se dedicó prácticamente nunca en su vida de pescador. Por supuesto, nunca, mientras fue de palangres. Sin embargo, cuando cambiaron estos por las redes, era un hecho bastante habitual que aparecieran también enganchadas en las mismas y por eso las llevaba a vender a la pescadería. Considera que es un pescado vulgar y sencillo que tiene que comerse muy fresco y después de haberle limpiado muy bien las tripas, para eliminar posibles sabores extraños. “Tienen que ser de una buena talla y para cocinarlas se colocan un par dentro de una fuente de hornear, a la cual previamente se habrá untado con aceite y puesto una capa de patatas peladas y cortadas redondas, con lo cual, una vez se pongan las salpas, quedará prácticamente llena. A los laterales de las salpas conviene practicarles un par de cortes, un poco en diagonal, sin profundizar demasiado. Solamente llegando hasta la espina. Dentro de estos cortes, si se desea salgan sabrosas, se colocarán unos trocitos de sobrasada tierna que, a medida que se vaya cociendo, mezclarán ambos sabores impregnando a su vez las patatas que les sirven de cama. Antes de introducir la fuente al horno se regará con un poco de aceite empleando la aceitera, añadiendo ajo y perejil finamente picados y salado al gusto. Es necesario vigilarlo hasta que adquiera su punto ideal (el tenedor se clavará perfectamente a las patatas)”.

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SERRANOS, FRITADA DE (DELIO PRETO)

“En Es Castell tenemos la costumbre de cortar los serranos, mejor si son grandes, de forma que por un lado queda la cabeza cortada en sesgo con la espina y la cola y por otra los dos filetes laterales del cuerpo. El primero servirá para hacer cualquier caldereta con el mismo sistema de la receta anterior, mientras que los filetes se freirán con unos resultados sorprendentes. Pero, como siempre, los serranos tienen que ser completamente frescos. Si se hacen al día siguiente, sin duda seguirán siendo serranos ‘des Castell’, pero que no quepa duda que no serán los mismos. En la zona de levante de Menorca existen dos clases de serranos claramente diferenciadas por el que denominamos ‘tall de migjorn’ (la enfilación obtenida desde la mar cuando sacas Monte Toro por la Punta del Esperó). A un lado de esta línea tenemos el ‘fort’ (fondos de roca), mientras que en el otro está el ‘fluix’ (con fondos de arena o barro). En el lado de la arena los serranos son buenos, pero en el lado de la roca (que empieza a la altura de la cala de Rafalet) son doblemente buenos. Y esto es un hecho perfectamente demostrable: se pesca media mañana en un lado y la otra medio en el otro. Cuando los fríes, los que proceden de roca son mantecosos, buenísimos al paladar, mientras que los otros, de aspecto más blanquecino, viven en los lugares de fondos blandos, se alimentan de otra forma y como consecuencia su sabor también resulta diferente, de una calidad inferior a los primeros. Pero ¡cuidado!: también son buenos, no quiero decir lo contrario, pero no tienen aquel regusto especial. Supongo que depende mucho del tipo de alimentación que tienen según sean de uno u otro lado por cuestión del tipo de fondo y alimento que encuentran. La línea discurre sensiblemente desde Rafalet para dirigirse hacia el sur de la isla del Aire». Pero volviendo a la cocina, Delio nos aclara que los filetes de los serranos deben de prepararse e ir echando a la sartén (que tendrá el aceite muy caliente) de uno en uno: “Se freirán los que quepan en su interior, pero se irán echando uno por a para que no se peguen entre ellos. Previamente se habrán salado un poco, se pasarán por la harina y se sacudirán suavemente para que caiga el sobrante y evitaremos se forme una pasta con lo cual, al final, quedará una suave costra envolviendo el filete y no se habrán pegado unos a otros. Estoy convencido que si el serrano pudiera llegar a tener el tamaño de un mero sería el mejor pescado del mundo. Son buenísimos y los mejores son los de color rojizo, tirando a marrón oscuro. Y otra forma de preparar estos mismos filetes laterales es preparando una pasta con un huevo batido al que se le añadirá ajo y perejil muy picados y un poquito de harina para ligarlo además de dar cuerpo a la mezcla. Los filetes, después de ser previamente salados al gusto, se pasan por esta pasta de uno en uno por ambos lados y se van echando a la sartén que contendrá aceite muy caliente. Los resultados son también espléndidos y muy básico será el que tanto el perejil como el ajo estén muy, muy picados, de forma que ‘no te los encuentres en la boca’. No tienen nada que envidiar a otros pescados”.

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EL PULPO COMÚN (JOHN PAUL CONNOR)

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COCINA DE RIBERA DE MENORCA: LA REPOSTERÍA

 

No puede faltar en este apartado la parte dulce de la que no hay pocos entusiastas. Todo buen ágape tenía siempre un buen final. Así como en la cocina  de primeros y segundos platos se involucraban no pocas veces los varones, la parte dulce, de los postres, corría de la mano de las mujeres. A continuación se detallan algunos de ellos.

 

BRAZO DE GITANO

Un postre casero que también supone una delicia para finalizar un buen ágape es el “brazo de gitano”, pero artesanal, elaborado totalmente con productos naturales y en casa. Es un postre que se ha perdido en parte debido a la aparición de cremas pasteleras y postres semielaborados en polvo que, por cierto, nada tienen que ver con lo natural. Para nuestra Cuina de Vorera también nos han facilitado la forma de preparar o elaborarlo. La importancia o, mejor dicho, el secreto del éxito radica en la utilización de ingredientes naturales: harinas de “horno” (esas que vienen en bolsitas transparentes) y huevos de granja local. Para confeccionar el bizcocho: serán necesarios 6 huevos, 100 gramos de harina y 200 gramos de azúcar. Las claras de los huevos serán montadas en un bol, es decir, puestas a “punto de nieve”; el resto de ingredientes (las yemas, la harina y el azúcar) se mezclará en un recipiente para ser añadidas finalmente al bol de las claras mezclando homogéneamente todo el conjunto. Se preparará una fuente sobre la cual se colocará una hoja de papel especial de cocina  untado de mantequilla y se volcará sobre él esta pasta de forma que quede una capa uniforme que será introducida en el horno unos 12 minutos a 180º. Para la elaboración de la crema pastelera serán necesarias 4 yemas de huevo, 120 gramos de azúcar, 50 gramos de Maizena, 50 gramos de mantequilla, limón y ½ litro de leche. Se pone el puchero con la leche al fuego a hervir junto con el limón. Por otro lado hay que diluir la Maizena con un poco de leche y cuando el puchero alcance el hervor, añadírsela. Retirar el puchero del fuego y añadir las yemas de huevo que habrán sido mezcladas íntimamente con el azúcar, vertiendo también la mantequilla, removiendo todo el conjunto para obtener un producto muy suave y cremoso. La plancha de bizcocho habrá sido separada del papel y colocada sobre la mesa de trabajo. Cuando la crema pastelera haya enfriado se extenderá sobre la plancha de bizcocho, tras lo cual podrá o no quemarse (al gusto). Se enrolla de la forma característica y se coloca en una pequeña bandeja al efecto. Finalmente podrá espolvorearse mediante cacao en polvo, azúcar glasé o, cubrirlo de chocolate fundido o, tras reservar un poco de crema pastelera, cubrirlo y quemarlo de nuevo. Todos los resultados son superiores.

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COCA DE YOGOURTH

Necesitaremos 1 yogourth, 3 huevos, 1 bote de aceite, 1 sobre levadura «Royal», 2 botes azúcar, 1 bote harina, 1 bote almendra rallada y 1 cucharada mantequilla (cuando decimos «bote» se entiende que utilizamos como medida el envase vacío del yogourth utilizado). Se echan en un bol todos los ingredientes salvo los huevos de los cuales echaremos tan sólo las yemas. Seguidamente se batirán fuertemente hasta obtener una mezcla perfecta de los mismos y lo dejaremos sobre la cocina. En un bol aparte batiremos fuertemente las claras hasta ponerlas en punto de nieve, de forma que al tomar parte de ellas con un tenedor u otro elemento de la cocina, se mantenga y no caiga aunque se le dé la vuelta. A continuación vertiremos las claras a punto de nieve dentro del bol de la mezcla de los otros ingredientes y volveremos a batirlo hasta conseguir una mezcla perfecta. Prepararemos una fuente de hornear de tamaño y altura de paredes según nos interese el resultado final, a la cual untaremos de mantequilla y espolvorearemos con harina a fin de que el contenido no se pegue durante la cocción, tras lo cual vertiremos en su interior la mezcla. Metida en el horno a 180º, cuando al cabo de unos 25 o 30 minutos haya dorado su superficie y parezca querer abrirse alguna pequeña grieta, la sacaremos para que enfríe. Hay que tener especial cuidado en este punto, pues si no se acierta, puede parecer que la cocción llevada a cabo está lista y sin embargo, en su interior (siempre dependiendo del grosor) puede permanecer aún en estado crudo o semi crudo. Una vez ha enfriado, hay quien gusta de abrirla horizontalmente por su mitad para obtener dos planchas y extender en su interior una capa de conserva típica de Menorca para después volver a taparla. El conjunto se espolvorea con azúcar en polvo y se corta en dados para ser servido a continuación (es un manjar exquisito), o también en porciones más grandes.

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PASTISSETS

Como ingredientes son necesarios 400 gramos grasa de cerdo, 400 gramos de azúcar, 4  yemas de huevo, 800 gramos harina, Vainilla en polvo, Canela en polvo. En primer lugar mezclaremos las yemas de los huevos con el azúcar y la grasa o manteca de cerdo, batiéndolo enérgicamente hasta que el azúcar se haya derretido por completo. Seguidamente iremos echando la harina hasta formar una masa consistente. Cuando ésta se encuentre a punto, se aplanará mediante el rodillo, dejándola en un grosor de un centímetro y medio, más o menos. Entonces será el momento de utilizar el molde que más nos interese: grande, pequeño, circular, de  5 o 6 puntas, etcétera, presionando sobre la misma con lo que obtendremos los pastissets con su forma característica, los cuales serán depositados sobre planchas (antiguamente eran de hojalata), para meterlos en el horno. Cuando comiencen a dorarse estarán más o menos en su punto (depende del gusto, pues hay quien los prefiere un poco tostaditos). Para servirse se espolvorean generosamente con azúcar en polvo. Una variedad de este sabroso producto de la repostería menorquina es ofrecerlos rellenos. Para ello las capas que aplanaremos serán un poco más delgadas: que no lleguen al centímetro de espesor. Se irán aplanando individualmente, o cortando antes de rellenarse. Seguidamente, sobre la capa inferior colocaremos una cucharada o un poco más de conserva (antiguamente se utilizaba la que elaboraba el Forn de s’Arraval) y se perfora de alguna forma la capa superior para permitir la salida del aire y que no se descomponga el conjunto mientras permanece en el horno. Se aprietan con los dedos los bordes a fin de que se peguen y se cortan con el molde correspondiente. Una vez cocidos, se espolvorean con azúcar en polvo o azúcar normal (depende de como se desee el resultado final).

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COCA CON ALBARICOQUES

Los ingredientes necesarios serán 1/2 kilo de harina, 1 huevo, 2 cucharadas de azúcar, 1 cucharada de manteca, 1 poco de aceite, Levadura, Leche, albaricoques naturales o en bote. Se mezclan en un bol la harina, el azúcar, la manteca, el aceite, la leche tibia y la levadura que se habrá desleído en agua igualmente un poco tibia (también podrá ponerse directamente una vez machacada a fín de que mezcle bien con el resto de los ingredientes. Seguidamente se mezclarán a mano perfecta y cuidadosamente todos estos ingredientes a fin de obtener una masa homogénea, la cual se extenderá en una fuente especial para hornear que habrá sido previamente untada de mantequilla y ligeramente espolvoreada con harina a fin de que la masa que vamos a colocar no se pegue. Acto seguido se tapa con uno o dos paños de cocina para que no le de el aire a fin de que fermente y se levante lo suficiente hasta prácticamente llegar hasta los bordes del recipiente. El siguiente paso será cortar los albaricoques y extraer el hueso (si son naturales) o se colocarán directamente de un bote de colservas (ojo: albaricoques, no melocotones, puesto que el sabor final no sería el mismo). Hay quien los prefiere procedentes de conserva, puesto que ya no tienen la acidez propia de los naturales, son más agradecidos a la hora de cocerlos y necesitarán menos azúcar sobre cada uno de ellos para restar esa molesta acidez. Una vez colocados se espòlvorea de azúcar y se mete en el horno unos tres cuartos de hora a 180º. Cuando ha dorado, se saca y, tras haber enfriado, se espolvorea (si se desea) con azúcar en polvo para darle un toque y sabor más atractivos.

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BUÑUELOS DE TODOS LOS SANTOS

En Menorca es típico, el día de la Festividad de Todos los Santos, sacar a la mesa una fuente llena de buñuelos muy regados de miel y espolvoreados con azúcar glacé, azúcar blanca o simplemente miel, los cuales se acompañas del café y una copita de moscatel. Es una tradición muy antigua que, por suerte, todavía se mantiene en muchos hogares y… que dure por muchos años. Pues hoy explicaremos como se elaboran los mismos paso a paso. Vamos a preparar una buena cantidad (algo más de medio kilo) y, para ello, necesitaremos los siguientes ingredientes: 300 gramos de boniato de Menorca (blanco), 300 gramos de patata (mejor blanca), 8 cucharadas soperas de margarina, 600 gramos de harina del horno, 4 huevos, 40 gramos de levadura fresca, Aceite para freirlos. En primer lugar pelaremos los boniatos y las patatas; pondremos una cantidad prudente de agua dentro de un recipiente al fuego, seguidamente echaremos en su interior los anteriores y los pondremos a hervir. Cuando estén hervidos los pondremos dentro de un bol sin el agua y los machacaremos con ayuda de un tenedor para que queden en forma de puré muy fino, al que añadiremos la margarina, el azúcar y los huevos. Se batirá todo enérgicamente para que forme una mezcla homogénea. La levadura la disolveremos dentro de un vaso con un poco de agua templada y la incorporaremos a la pasta tras lo cual comenzaremos a verter la harina poco a poco a fin de evitar la formación de grumos. Ello se evitará batiendo la mezcla enérgicamente, la cual se irá espesando a medida que se incorpora el total de la harina. Hay que llegar a conseguir que casi no se pegue a las manos, pero ello no será del todo posible ya que si quedara demasiado espesa, el resultado final sería el de un buñuelo «duro», en lugar de «crujiente» por fuera y suave por dentro como es nuestra meta final. Cuando la mezcla esté bien en su punto, se dejará reposar en el bol para que fermente, tapando éste con la ayuda de un paño de cocina grueso a fin de que no se vea afectado por las corrientes de aire, que cortarían el proceso, aguando el resultado final. Cuando su tamaño haya aumentado más o menos el doble, se vuelve a amasar con energía por espacio de unos minutos y se vuelve a dejar reposar: volverá a crecer rápidamente. Cuando falte poco tiempo para que la masa alcance el borde del bol, se pondrá al fuego una paella grande con bastante aceite. Cuando esté bastante caliente, se tendrá un recipiente con un poco de aceite para mojarse los dedos a fin de evitar que la pasta se pegue a los mismos. Se irán tomando pequeñas porciones a las cuales daremos forma de anillo y echaremos en la sartén para que se frían. Cuando estén fritos por una de sus caras (no pasarse) se les dará la vuelta con cuidado para freir la opuesta. Seguidamente se sacarán para colocarlos en una bandeja provista de papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Tanto se pueden comer tibios como fríos, pero cuanto más frescos, mejor, porque serán más crujientes. Se pueden servir espolvoreados de azúcar, regados con miel (en nuestro caso, por supuesto, miel de Menorca) o, como es costumbre en nuestra familia, quizás un tanto golosa: regados con miel y espolvoreados con azúcar glacé. De cualquier forma son excelentes. Se acompañan con el café o con una copita de buen moscatel. ¡Buen provecho!

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CARQUINYOLS D’ES MERCADAL

 

Ingredientes necesarios: 100 gramos de almendras peladas crudas, 100 gramos de almendras con piel crudas, 400 gramos azúcar, 400 gramos de harina, 1 cucharadita de bicarbonato, 1 piel de limón, 1 cucharadita de canela molida, 2 huevos. Vamos a describir hoy cómo preparar los riquísimos «carquinyols» que, junto a los «amargos», son típicos de la población de Es Mercadal, la bonita población asentada al pie de Monte Toro. Hay que decir que se trata de una repostería para la que hay que tener buenos brazos y mejores muñecas pues hay que amasar una pasta bastante dura y es necesario hacerlo con decisión y ganas si queremos que el resultado final sea el apetecido. Por lo demás, la elaboración es realmente rápida y sencilla. Una vez acopiados todos los ingredientes picaremos juntos los dos tipos de almendra: las peladas y las que conservan su piel interior (que no cáscara). En un bol echaremos los huevos, el azúcar y, seguidamente, las almendras ya picadas y mezclaremos el conjunto decididamente mediante el concurso de una espátula dura o cuchara de madera. Una vez bien realizada la mezcla añadiremos la harina, el bicarbonato, rallaremos la cáscara del limón y también la añadiremos, así como la canela en polvo. Ahora habrá llegado el momento de la verdad: dejaremos de lado la espátula y entrarán en escena nuestras manos. Trabajaremos la pasta enérgicamente hasta conseguir homogeneizarla correctamente y que todos los ingredientes queden perfectamente mezclados. La continuaremos trabajando unos cuantos minutos más ya fuera del bol, sobre una mesa de amasar o sobre el mismo mármol de la cocina. Por último iremos tomando porciones de la misma que con el rodillo de madera iremos aplanando hasta conseguir una lámina de unos 5 o 6 milímetros de grosor. Con un cuchillo efectuaremos cortes paralelos longitudinales cada 25 milímetros y transversales cada 30 milímetros a fín de que la masa quede cortada en pastillas de 25 x 30 milímetros aproximadamente (al cocer en el horno aumentarán ligeramente de tamaño). Estas pastillas las colocaremos sobre una plancha de hornear para a continuación introducirla en el horno a 180 grados donde cocerán un máximo de 15 minutos. No hay que pasarse. Seguidamente se sacarán y con una espátula se despegarán de la plancha para que no se vacíen por su parte inferior. Tienen que quedar ligeramente doraditos. Los «carquinyols» se pueden acompañar con una copita de moscatel o cualquier otro vino dulce. ¡Buen provecho!

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MAGDALENAS CASERAS

 

Existe un producto de repostería que es muy agradecido en todas las edades, tanto por mayores como por los mas pequeños de casa y coincidirán con nosotros que lo que podamos preparar en casa siempre será más sano que cualquier producto comercial que aporte conservantes entre sus ingredientes. Por ello hemos decidido incorporar a nuestra lista las populares magdalenas, tan sanas como fáciles de preparar y que, seguro, harán las delicias a la mayoría de los miembros de la casa. Vamos con ello. Los ingredientes: 300 gramos de harina, 250 gramos de azúcar, 1/4 litro de aceite, 1/8 litro de leche, 1 sobre de levadura en polvo «Royal», Sal, Ralladura de 1 piel de limón. En primer lugar separaremos las yemas de las claras y batiremos estas últimas hasta ponerlas «a  punto de nieve» dentro de un bol suficiente para poder ir incorporando seguidamente el resto de ingredientes. Seguidamente agregaremos las yemas, el azúcar, la leche, el aceite, la ralladura del limón y la harina que previamente habremos mezclado con la levadura en polvo «Royal» y un pellizco de sal. Con la batidora mezclaremos íntimamente todos estos ingredientes hasta conseguir una mezcla homogénea y sin ningún tipo de grumo. Pondremos el horno a temperatura media, no demasiado fuerte porque se quemarían. En una bandeja de hornear pondremos los moldes, bien de papel, bien de silicona reutilizables y los llenaremos con la pasta hasta un centímetro del borde (no llenar hasta los topes ya que se derramaría el contenido sin ningún género de dudas).  Acto seguido se espolvoreará con una cucharada de azúcar cada una de ellas.  Vigilar la cocción y sacarlas cuando estén doraditas (unos 20 minutos máximo).